Las vacaciones te ponen a pensar en lo que hiciste y lo que harás. Para mí esto significa olvidarme de algo y entregarme a otra cosa. No sé por qué no puedo dejar de hacerlo. En mi cabeza, veo los años pasar, veo a mi hermano, mis papás cada día con más canas, a mí mismo, a mis amigos; todo ha cambiado desde que entré por esas puertas rojas un día de febrero de 2002. Era un día frío, me levanté temprano y vi el amanecer. Al entrar me aseguré de estar presente, era mi primer día de colegio, una experiencia atemorizarte pero gratificante a la vez. Entré por ese pequeño pasillo y luego al primer salón que se encontraba a la izquierda. Me senté en un pupitre triangular de color rojo o verde ,no lo recuerdo. ME dieron un cuento para leer, la cenicienta.
Ya había leído ese cuento decenas de veces, varias versiones, varios colores, varios dibujos ilustrativos. En un momento de desesperación, de esos que me dan cuando estoy haciendo algo y empiezo a pensar en las cosas que me afligen, que me alegran y me pierdo en mí mismo hasta por horas, me dí cuenta que estaba perdiendo el tiempo. Bajé el libro y miré a mi alrededor. Niños y niñas iguales pero distintos a mí. Unos cerraron el libro, otros lloraban. Cuando volteé a mi izquierda, más o menos diagonal o por así decirlo nor-oeste de mi posición estaba una niña hermosa. Con las piernas cruzadas, el pelo recogido y la cara casi sumergida en un libro de color verde estaba ella, quien robaría mis pensamientos durante los próximos 5 años. La describiría, pero quiero que eso se quede intacto y no se pierda en este intento de escrito. Parecía tímida, igual que yo. Me dio miedo mirarla más, no sé si por la posibilidad de que voltease y me mirase, o porque no quería enturbiar esa belleza. El día pasó, el año y los 5 años también; de hecho, ya han pasado 12 años.
Cada vez que la miro ahora recuerdo todo esto. Cuando ella me mira es como viajar en un tren que te lleva por el tiempo, y tú como viajero puedes admirar el paisaje a través de la ventanilla. Ese paisaje a veces es real, a veces no pero no importa.
Escuchó música de los noventa, estoy en esqueleto, pantaloneta, no me he bañado, el día está algo gris y no sé como terminar lo que escribo, pero bueno tal vez esto sea el mejor final, una mirada casi ta profunda como la de ella, sólo que falta ese factor que sólo cuando estás enamorado sientes en el estómago. Eso lo dejo por su cuenta.