viernes, 12 de julio de 2013

Three little birds

Domingo, 23 de Junio de 2013

Snowden llegó a Moscú preocupado. Estuve a escasos 4 metros de él, pero pude ver una expresión en su rostro. Su boca medio abierta dejaba entrar el rastro de una lágrima que pudo haber caído minutos antes. Sus ojos estaban perdidos, como los de un niño que no encuentra su mamá. Parecía que estaba pensando, sólo él sabe en qué. Sus pensamientos fueron interrumpidos por treinta personas con cámaras, micrófonos y demás haciéndole preguntas. Contestó algunas y siguió caminando, esperando ver a alguien conocido.

Mientras esto ocurría yo estaba sentado en un banco de plástico bebiendo un café proveniente de un Juan Valdez que encontré en una esquina escondida del aeropuerto. Escribía un artículo para la revista, algo sobre la esperanza económica brasilera. Al ver a Snowden me paralicé. En cuestión de segundos releí los 3 o cuatro párrafos que había escrito. Eran basura. Otra historia era la importante.

Inicié un nuevo documento e intenté captar lo que él sentía. Me pregunté: ¿ Qué se siente no ser bienvenido en ninguna parte? Esos pensamientos me distrajeron hasta que los de él salieron de su cabeza mediante sus gestos. Zapateaba, movía las piernas nerviosamente. Se paró al baño e intenté seguirlo. Alguien me detuvo. Era una joven rusa que estaba limpiando el piso. Me habló en Inglés. "Él ya tiene suficientes preocupaciones para que usted entré y lo moleste". Seguido de esto, abrió la puerta y dejó la llave de la puerta en el lavamanos al tiempo que le ponía candado a la puerta. Me retiré lentamente a mi silla, pero alguien ya se había sentado. Decidí sentarme al lado del baño, esperando que la mujer no me regañara por hacer eso. Seguí escribiendo.

Al cabo de unas dos horas un teléfono sonó dentro del baño y él salió. Nos cruzamos miradas. Él se detuvo. "No me juzgues basado en lo que tu gobierno te predicó como bueno", me dijo mientras me miraba inquisitivamente. "No hago parte de los que denuncias", le dije. "Nunca lo he sido, ni lo seré". Él se quedó parado, quieto, como estudiando si podía confiar en mí.

Lunes, 24 de Junio de 2013

Aún me pregunto si ese gesto fue correcto. Acto seguido de haberle dicho que no era estadounidense, con mi mano derecha golpeé el piso, invitándolo a sentarse a mi lado. Él lo hizo. No supe qué hacer. Abrí el computador y busqué "Three little birds" de Bob Marley en YouTube. Ambos sonreímos.

Escuchamos a Bob Marley, un poco de los Beatles. Me pidió que buscara Nirvana, que le gustaba mucho. escuchamos "Smells like teen Spirit" y seguido él colocó "Red Red Wine". Me contó que le encantaba esa canción. El teléfono sonó de nuevo, alguien estaba esperándolo abajo desde la primera llamada. Se paró, me dió la mano y me dijo adiós. Ya iba bajando la escalera cuando lo alcancé y le dije: " cualquier lugar en donde una persona te haga sonreír puedes llamarle hogar". En ese momento la escalera eléctrica llegó al primer piso. Él se fue sonriente. Yo también. Puede que él sea un ciudadano de ninguna parte. Pueda que reveló la verdad que compromete el poder de Estados Unidos. Puede que cada periódico del mundo esté hablando de él. Él sigue siendo una persona. Una persona que yo considero valiente, pero que aún el recuerdo de la vida común y corriente de cada uno de nosotros le puede sacar una lágrima y por qué no, una sonrisa.